martes, 27 de mayo de 2014

Volverse loco...

Hubo una vez un hombre que buscaba un tesoro, esperaba una señal del destino, viajaba a lugares distintos buscando abrir puertas... pero nunca encontraba lo que buscaba.

Decía que cuando llegara ese momento su mente y su corazón pelearían por él y que el que ganase se quedaría con el dueño de su todo, un todo que estaba anhelando encontrar un amor, un corazón que deseaba descansar, un alma que necesitaba encontrar su verdadero yo... era un errante y como tal necesitaba firmemente echar ancla y hacerse estancar.

Fue un día en el que el hombre había vuelto de uno de sus viajes alrededor del Viejo Continente, mientras descargaba su equipaje sentía que estaba siendo observado, sentía un suspiro que le zumbaba la oreja, sentía que una voz chillona le decía:

- Perdone usted señor, sería tan amable de indicarme cómo llegar al mercado?

Cuando levantó la vista para saber qué era lo que le había importunado... simplemente la vio. Era una mujer pequeña, pero atractiva y sensual, sus ojos eran negros como la noche y su piel morena como el alabastro.  "Parece una tostada lista para untar con mantequilla" -Pensó él.  "Tiene unos labios bonitos, mi boca podría hundirse en ellos". "Y sus pechos... válgame Dios..."

Mientras, la dama exasperada por tal escrutinio comenzó a repiquetear el suelo con los pies en busca de una respuesta que no llegaba.

- Si ya ha terminado su evaluación señor, ahora bien podría indicarme dónde está el mercado?

"Vaya carácter que tiene, será bruja?"
- Umm, si... le acompañaré yo vivo en esa dirección.

Y sin más, la tomó del brazo y la condujo hacia el camino del mercado, obviamente demorándose en cada callejuela con la intención de tenerla más tiempo para sí.

Hablaban de mil temas, reían sin parar de cualquier tontería, se miraban de reojo pensando el uno en el otro, sin darse cuenta que ya habían atravesado el mercado y que estaban en la puerta de la casa donde vivía el hombre errante.

- Esta es mi casa. Me preguntaba si le apetecería tomar el té conmigo.  Luego puedo ayudarle con lo del mercado.

- No sé si estaría bien visto... quiero decir yo sola... en su casa... con usted.

- No creo que al pueblo le interese, ya nos han visto juntos y ya me conocen... no suelo morder.

- Bueno, eh... no lo sé... debo volver.

- Sólo será un momento, luego la acompañaré, regresará sana y salva.

- Oh, de acuerdo... pero sólo un momento.

Cuentan en el pueblo que la mujer nunca regresó, o que luego vivió con el hombre... no se sabe a ciencia cierta, lo que sí se sabe es que el hombre se volvió loco por ella, dicen que ella le curaba con besos apasionados cada ocho horas, con suspiros encandilados entre horas y con gemidos explosivos cada doce horas.  Cuentan en el pueblo que el hombre nunca volvió a ser el mismo, cuentan que le decía a su mujer "Me tienes loco... en todos los sentidos".

El hombre encontró lo que tanto anhelaba tener.... un amor.

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