Suena nuevamente el despertador, pero vuelvo a darle al botón
de apagar. Si hago un cálculo mental y logro vestirme en tan solo cinco minutos
puedo alcanzar el metro y llegar a tiempo a la clase de Boxing, después de eso
ducharme en 10 minutos más y estar en el trabajo a las 9 en punto como cada
mañana. Solo que hoy decido tener los ojos cerrados un poquito más y… ¡mierda,
voy a llegar tarde otra vez!
Me levanto de la cama de un salto como alma que se lleva el
diablo; menos mal que ya tengo preparada la mochila con la ropa del trabajo, me
visto con la ropa de deporte, me calzo las deportivas y salgo pitando para
coger el metro y poder llegar al gimnasio que está cerca del trabajo.
Una vez en el metro me observo a través de la ventanilla y me
doy cuenta de que estoy hecha un desastre, intento peinarme un poco con los
dedos y a duras penas puedo hacerme una coleta. El resultado es que al menos
puedo aparentar que soy una ex del psiquiátrico. En realidad, no me preocupa en
absoluto, sé que una vez que llegue allí, me machaque fuerte y salga disparada
hacia el trabajo tendré el tiempo suficiente para quedar normalilla.
Dejo de mirar a través de la ventanilla y miro hacia la
puerta. Cuando descubro que un chico me observa fijamente. ¿Me habrá estado
mirando todo el rato en que he tenido mi sesión de peluquería particular?
Espero que no, porque si es así… ¡tierra trágame y entiérrame¡
-Anda, mira una de esas que se levantan con el tiempo más que
justo y aprovechan el viaje en el metro para acabar de acicalarse; pues espero
que tenga muchas paradas por delante, porque con los pelos de loca que lleva,
le espera un arduo trabajo para quedar mínimamente presentable– pensaba Toni,
mientras miraba a la desconocida que había entrado dos paradas antes –Lástima
que vaya con esos pelos de haberse peinado como venganza contra toda la
humanidad, parece mona-. Ups, me ha pillado mirándola. Disimula, tío que si no
va a pensar que eres un acosador de esos que aprovecha el bullicio del metro
para rozarse con las chicas.
Toni continuó repasando sus mensajes hasta que el
metro se detuvo en la siguiente
parada –Hum, aún me quedan dos más–
pensó. Volvió a levantar la vista de su smartphone para depositarla en la
‘despeinada tardona’ una vez más. –No está mal, pero que nada mal, tiene unos
ojos color miel realmente bonitos-. Volvió de nuevo a sumergirse en el chat antes
de que lo descubriera de nuevo mirándola.
-Piensa que no he visto que me estaba mirando de nuevo-, qué ingenuo.
Bueno bonito, deléitate con lo que estás viendo si te apetece, total, me bajo
en la siguiente parada, así que por mucho que mires, no me vas a molestar, pero
ay de ti como se te ocurra acercarte; te enseñaré para qué me sirven las clases
de boxing que tienen la culpa de estos dichosos madrugones.
Paula se levantó del asiento tan pronto como pudo sin darse
cuenta de que la bolsa de deporte estaba abierta por un costado, en cuanto puso
el pie en el pasillo los artículos de higiene saltaron de la bolsa y cayeron
todos desparramados.
A los pies de Toni llegaron los potes de perfume, champú y
demás cosas que puede caber dentro de la bolsa de deporte de la ‘despeinada
tardona’. La miró nuevamente y se dio
cuenta de que estaba roja como un tomate, le pareció escuchar un –Mierda¡- muy
por lo bajo, miró los envases y volvió a mirarla, pero ella ya estaba agachada
en el suelo recogiendo todos los potingues habidos y por haber.
Así que no se lo pensó dos veces. Toni comenzó a ayudarla
recogiendo los potes y metiéndolos también en la bolsa de deporte de Paula.
-Muchas gracias…- le dijo Paula visiblemente contrariada.
–Dios, qué vergüenza…-
-Tranquila, todos tenemos un día malo… -Toni trató de
tranquilizarla- Pudo ver que esos ojos color miel comenzaban a brillar y sabía que no eran de
felicidad.
Fue entonces cuando al mirarle bien el rostro pudo fijarse
bien en su… boca. Fueron solo unos segundos pero a él le parecieron una
eternidad. Ella le miraba directamente a los ojos y mientras lo hacía, sus
labios se entreabrían, unos labios carnosos y sonrosados sin ninguna pizca de
maquillaje. Unos labios listos para ser besados…
Paula, -muy a su pesar- tuvo que romper el contacto, el metro
ya se había detenido en su parada y debía bajar. Volvió a mirar a Toni que
seguía observándola y solo pudo decirle –Gracias, te debo una…-
Dicho esto se bajó del metro, no sin antes oír un –¡Espera¡-,
se giró nuevamente para ver a Toni haciéndole señas y alejarse a través de la
ventanilla, llevándose en la mano su frasco de perfume preferido…
Continuará…